Los dioses otra vez escriben la sentencia.
Tantas veces escuché sus voces
severas, metálicas
entrando en mi cabeza como una bala de oro,
pero esta vez,
no era mi cuerpo ni era yo
quien arañaba bajo la tierra,
quien comía carroña en plena noche
para evitar las miradas,
quien tenía el alma baldía,
esta vez
no era mi cuerpo ni era yo,
esta vez
vociferaron lejos
hasta levantar sus voces
fuera de mi alcance.
muy misterioso el poema
ResponderEliminartodos estamos sentenciados
y vamos
vamos llegando poco a poco al inicio de la sentencia
te mando un gran abrazo y la mejor vibra
sanrie
vive al maximo
Los dioses y sus extrañas inclinaciones. Quizás algún día entendamos algo. Quizás, yo me recojo en la esperanza mientras ese día llega.
ResponderEliminarUn besazo, guapa, magnífico texto.