…Y entonces cerré
el cuaderno,
esperando el
tiempo necesario para escribir estas ideas.
Ignoré las claves
que la vida dejó por acaso.
Me acosté muda de ilusión, pero a la hora me perdí,
Me alejé demasiado del momento de volver.
Dos lapiceras, una
junto a otra, como un escudo de familia,
fue la ambición
de estar siempre en el punto de
partida.
Pero no volviste,
padre.
Te hiciste arena,
ceniza,
madera,
piedra.
Y ya no hay
solitarios jugándose en tu mesa.
Ya lo sé, padre,
hay secretos que
no se dicen jamás,
Nadie sabrá nunca, que quisiste partir.