miércoles, 6 de marzo de 2013

DOLORES


Jueves 10 hs
Timbre

-Buen día. Hace mucho frío hoy. Me agarró la lluvia al salir de casa y tengo la ropa un poco mojada. Quizás por eso tengo más frío.

-Adelante Dolores, quizás aquí esté mejor.

-Espero que sí. Tengo muchas cosas que hablar. Mejor empiezo ya. Ayer llamé a mi mamá por teléfono. Nos quedamos hablando como una hora. Me dijo cosas que yo no sabía. Me siento partida. Ni sé cómo contar lo que siento. Cuando venía para aquí pensaba: “¿Por dónde empezar a hablar?”.

-Ya empezó a hablar. Tiene frío. Se siente mojada. Habló con su mamá. Se siente partida. Puede continuar.

-Mi mamá me contó que cuando murió su papá -yo era bebé, tenía un mes- no viajó porque mi padre no quiso. Ella se sintió muy culpable. Lo amaba a su papá. Mi abuelo era muy joven cuando murió. Tenía 51 años. Se quedó dormido leyendo el diario en el jardín de su casa. Salió al solcito. Se sentó en su sillón de siempre después del mediodía. Mi abuelo tenía una mercería. Al mediodía volvía para almorzar y dormir la siesta. Ese día en lugar de dormir la siesta, terminó de comer y salió al jardín a leer el diario. Qué triste eso que me contó. Y además me dijo. “Tu abuelo no te conoció nunca”. Mis abuelos, iban a venir esa semana a conocerme a mí y a ayudar a mi mamá. Pero se murió antes. Y mi mamá se quedó triste, y enojada con mi papá. Quizás dejó de quererlo. Mientras conversaba con mi mamá, veía que Damián me llamaba al celular.  No lo atendí. Me interesaba más lo que me contaba mi mamá. Me hacía bien escucharla hablándome de ella. De sus motivos. De sus conflictos con mi papá y su autoritarismo. Pensé: “No está bien que el marido se arrogue tanto poder”.

-¿Damián tenía tanto poder sobre usted o usted quería tener poder sobre él?

-Hablaba de mi papá. Y por otra parte Damián nunca fue mi marido.

-Estaban empezando a vivir juntos. Se separaron al poquito tiempo.

-Ahora me interesa el porqué me separé de mi mamá. Damián pasó a segundo plano en este momento. Ayer, le conté a mi mamá que me separé de Damián, y tengo que decidir lo del departamento. Le dije que era importante para mí decidir si volvía o no a vivir con mi viejo y mi hermano.

-¿Ella o usted?

-…

-…

-Yo.

-De pronto están las dos en la misma situación. Las dos tienen frío. Usted por la lluvia, su mamá en Río Negro sin familia.

-No me había dado cuenta.

-Algo las acercó. Una situación semejante. Mientras usted vivía con su papá y su hermano, ni quería atender a su mamá en el teléfono. Cuando se fue a vivir con Damián ni se lo contó. Recién ahora que algo se asemeja, usted decide llamarla.

-Será por eso  que volvimos a hablar. Yo la quise llamar. Antes, si tenía ganas de hablar con ella me las aguantaba. Me parecía que traicionaba a mi papá. Ni le podía decir que la extrañaba. Parecía que sólo él podía extrañarla o tener sentimientos sobre su ausencia. Estoy cambiando de forma de pensar, estos días me fui dando cuenta de eso. Es duro para mí, haber pensado algo durante tanto tiempo y cambiar de pensamiento.

-Pero cambiar de pensamiento puede ser algo que le favorezca la vida. ¿Para qué sostener un pensamiento tanto tiempo si la vida, usted misma cambia?

-Pero, antes de ayer fui con mi amiga Lila al shopping a comprar un regalo de cumpleaños. Estábamos conversando tranquilamente cuando vi un anillo en una vidriera que me encantó. Salía 560 pesos. Pensé me lo compro. Yo no uso anillos. Pero por algo me gustó. Era de plata con una piedra azul. Lindo. Y cuando me lo probé, decidí regalárselo a mi mamá la próxima vez que la viera. Quizás me animo y viajo a Río Negro.

-…

-Con Damián nunca usamos alianzas. Él quería. Yo no. Mis amigas dicen que soy un poco bruta. Poco romántica. Puede ser, pero no me gusta gastar dinero en cosas inútiles. Soy pragmática. Nunca pensé que los símbolos eran tan importantes. Ahora que me analizo, pienso de otra manera. Perdón que lo diga así, pero  hice tantas cagadas en la vida. Por ejemplo: Siempre rechacé la idea de tener un anillo. Cuando alquilamos el departamento, Damián me dijo: “No nos vamos a casar todavía, pero festejemos comprando anillos” Y yo siempre usando motivos prácticos: “No se precisa gastar dinero en anillos. Compremos un microondas y almohadas inteligentes”.

-¿Y cuánto salían las alianzas?

-Las que a él le gustaban, salían 2500. Eran de oro blanco. Finitas. No me gustaban. No eran feas. Eran delicadas. Lindas. Pero…

-Pero…

-Pero hice todo medio mal. Ahora quiero mejorar algo con mi mamá. Ella fue muy cariñosa ayer conmigo. Quiero regalarle ese anillo. Lo compré sin importarme cuánto salía. Es un avance. Me hace bien venir. El sábado fui a visitar a mi prima, Albina, (le manda saludos, dice que cuando la bebita deje de tomar la teta vuelve a analizarse).

-…

-Albina me dijo que me ve cambiada, que antes era monotemática con Damián, y que ahora se me ve más conectada con lo que me pasa.  Le conté que tenía ganas de llamar a mi mamá y quizás verla, viajar para verla. Ella me dijo: “Eso no se piensa, eso se hace”. Me quedó dando vueltas esa frase. “No se piensa, se hace.” Por qué será que soy tan impulsiva para algunas cosas y que me inhibo tanto en otras. Soy dos polos en eso. ¿Seré bipolar?

-¿Qué es ser bipolar?

-No sé. Alguien que pasa de la tristeza a la alegría. Del impulso a la inhibición. Yo entiendo que es eso ser bipolar. Mi papá me dice: “Sos bipolar. Tanto que quisiste vivir con Damián y enseguida lo arruinas”.  Puede ser que yo haya arruinado la relación con Damián, pero algo no se pudo sostener, ninguno de los dos sostuvo la relación.

-A lo mejor ninguno de los dos quería vivir con el otro.

-Yo quería. Él quería.

-…

-Lo que pasa es que yo tenía una espina clavada en el corazón con el abandono de mi mamá. Me daba desconfianza cada vez que Damián hablaba con otra gente. Muchas veces pensé que si salía con los amigos, seguro me abandonaba.

-Estaba tan pendiente de que eso no sucediera que terminó provocándolo.

-Ahora no me importa tanto eso. No quiero hablar de Damián por mucho tiempo. No por él, por mí. Quería contarle otra cosa. Antes de cortar la conversación con mi mamá me dijo: “Te mando un pasaje, Lolita, vení a pasar tu cumpleaños y quedate unos días conmigo”. Sabe cuánto tiempo no escuchaba a mi mamá decirme “Lolita”. Y me asombró cómo podía acordarse de mi cumpleaños.

-Es su mamá aunque se hayan separado por un tiempo.

-Mi cumpleaños. Cumplo 30. Son mis últimos días de 29 y mi mamá quiere que vaya a pasar mi cumpleaños con ella. ¿Está bien que vaya?

-Cree que lo tiene que pensar desde ahí: ¿bien o mal? ¿Cree que es un tema bipolar??

-Puede ser. Es que me cuesta tener argumentos para hablar con mi papá. Es un hombre tan bueno como difícil y celoso.

-Y qué argumentos precisa para hablar con su papá.

-No sé. Algo que me entienda que yo no soy ni mi mamá ni él. Pero es bravo, no me da mucha chance, me pone entre la espada y la pared.

-A que se refiere.

-Anoche se lo quise decir. Pero en cuanto empecé a contarle que la llamé a mi mamá a Río negro, me miró y me dijo: “Ahora te va a invitar a ir. Seguro vas y no volvés nunca más”. Me dolió tanto que me dijera eso. Me fui a mi cuarto a llorar. Me escuchó llorar desde la cocina y me decía: “No me des tanta importancia, soy un quejoso”.

-Le dio una chance.

-¿Le parece?

-Le dio una chance. La puede aprovechar. Nos vemos el lunes.