Timbre
-Buen día. Hace mucho frío hoy. Me
agarró la lluvia al salir de casa y tengo la ropa un poco mojada. Quizás por
eso tengo más frío.
-Adelante Dolores, quizás aquí esté mejor.
-Espero que sí. Tengo muchas cosas
que hablar. Mejor empiezo ya. Ayer llamé a mi mamá por teléfono. Nos quedamos
hablando como una hora. Me dijo cosas que yo no sabía. Me siento partida. Ni sé
cómo contar lo que siento. Cuando venía para aquí pensaba: “¿Por dónde empezar a hablar?”.
-Ya empezó a hablar. Tiene frío. Se
siente mojada. Habló con su mamá. Se siente partida. Puede continuar.
-Mi
mamá me contó que cuando murió su papá -yo era bebé, tenía un mes- no viajó
porque mi padre no quiso. Ella se sintió muy culpable. Lo amaba a su papá. Mi
abuelo era muy joven cuando murió. Tenía 51 años. Se quedó dormido leyendo el
diario en el jardín de su casa. Salió al solcito. Se sentó en su sillón de
siempre después del mediodía. Mi abuelo tenía una mercería. Al mediodía volvía
para almorzar y dormir la siesta. Ese día en lugar de dormir la siesta, terminó
de comer y salió al jardín a leer el diario. Qué triste eso que me contó. Y
además me dijo. “Tu abuelo no te conoció
nunca”. Mis abuelos, iban a venir esa semana a conocerme a mí y a ayudar a
mi mamá. Pero se murió antes. Y mi mamá se quedó triste, y enojada con mi papá.
Quizás dejó de quererlo. Mientras conversaba con mi mamá, veía que Damián me
llamaba al celular. No lo atendí. Me
interesaba más lo que me contaba mi mamá. Me hacía bien escucharla hablándome
de ella. De sus motivos. De sus conflictos con mi papá y su autoritarismo. Pensé:
“No está bien que el marido se arrogue
tanto poder”.
-¿Damián tenía tanto poder sobre
usted o usted quería tener poder sobre él?
-Hablaba de mi papá. Y por otra parte
Damián nunca fue mi marido.
-Estaban empezando a vivir juntos. Se
separaron al poquito tiempo.
-Ahora me interesa el porqué me separé de mi mamá. Damián
pasó a segundo plano en este momento. Ayer, le conté a mi mamá que me separé de
Damián, y tengo que decidir lo del departamento. Le dije que era importante
para mí decidir si volvía o no a vivir con mi viejo y mi hermano.
-¿Ella o usted?
-…
-…
-Yo.
-De pronto están las dos en la misma
situación. Las dos tienen frío. Usted por la lluvia, su mamá en Río Negro sin
familia.
-No me había dado cuenta.
-Algo las acercó. Una situación
semejante. Mientras usted vivía con su papá y su hermano, ni quería atender a
su mamá en el teléfono. Cuando se fue a vivir con Damián ni se lo contó. Recién
ahora que algo se asemeja, usted decide llamarla.
-Será por eso que volvimos a hablar. Yo la quise llamar. Antes,
si tenía ganas de hablar con ella me las aguantaba. Me parecía que traicionaba
a mi papá. Ni le podía decir que la extrañaba. Parecía que sólo él podía extrañarla
o tener sentimientos sobre su ausencia. Estoy cambiando de forma de pensar, estos
días me fui dando cuenta de eso. Es duro para mí, haber pensado algo durante
tanto tiempo y cambiar de pensamiento.
-Pero cambiar de pensamiento puede
ser algo que le favorezca la vida. ¿Para qué sostener un pensamiento tanto
tiempo si la vida, usted misma cambia?
-Pero, antes de ayer fui con mi amiga
Lila al shopping a comprar un regalo de cumpleaños. Estábamos conversando
tranquilamente cuando vi un anillo en una vidriera que me encantó. Salía 560
pesos. Pensé me lo compro. Yo no uso anillos. Pero por algo me gustó. Era de
plata con una piedra azul. Lindo. Y cuando me lo probé, decidí regalárselo a mi
mamá la próxima vez que la viera. Quizás me animo y viajo a Río Negro.
-…
-Con Damián nunca usamos alianzas. Él
quería. Yo no. Mis amigas dicen que soy un poco bruta. Poco romántica. Puede
ser, pero no me gusta gastar dinero en cosas inútiles. Soy pragmática. Nunca
pensé que los símbolos eran tan importantes. Ahora que me analizo, pienso de
otra manera. Perdón que lo diga así, pero hice tantas cagadas en la vida. Por ejemplo: Siempre
rechacé la idea de tener un anillo. Cuando alquilamos el departamento, Damián
me dijo: “No nos vamos a casar todavía,
pero festejemos comprando anillos” Y yo siempre usando motivos prácticos: “No se precisa gastar dinero en anillos. Compremos
un microondas y almohadas inteligentes”.
-¿Y cuánto salían las alianzas?
-Las que a él le gustaban, salían 2500.
Eran de oro blanco. Finitas. No me gustaban. No eran feas. Eran delicadas.
Lindas. Pero…
-Pero…
-Pero hice todo medio mal. Ahora
quiero mejorar algo con mi mamá. Ella fue muy cariñosa ayer conmigo. Quiero
regalarle ese anillo. Lo compré sin importarme cuánto salía. Es un avance. Me
hace bien venir. El sábado fui a visitar a mi prima, Albina, (le manda saludos,
dice que cuando la bebita deje de tomar la teta vuelve a analizarse).
-…
-Albina me dijo que me ve cambiada,
que antes era monotemática con Damián, y que ahora se me ve más conectada con
lo que me pasa. Le conté que tenía ganas
de llamar a mi mamá y quizás verla, viajar para verla. Ella me dijo: “Eso no se piensa, eso se hace”. Me quedó
dando vueltas esa frase. “No se piensa,
se hace.” Por qué será que soy tan impulsiva para algunas cosas y que me
inhibo tanto en otras. Soy dos polos en eso. ¿Seré bipolar?
-¿Qué es ser bipolar?
-No sé. Alguien que pasa de la
tristeza a la alegría. Del impulso a la inhibición. Yo entiendo que es eso ser
bipolar. Mi papá me dice: “Sos bipolar.
Tanto que quisiste vivir con Damián y enseguida lo arruinas”. Puede ser que yo haya arruinado la relación
con Damián, pero algo no se pudo sostener, ninguno de los dos sostuvo la relación.
-A lo mejor ninguno de los dos quería
vivir con el otro.
-Yo quería. Él quería.
-…
-Lo que pasa es que yo tenía una
espina clavada en el corazón con el abandono de mi mamá. Me daba desconfianza
cada vez que Damián hablaba con otra gente. Muchas veces pensé que si salía con
los amigos, seguro me abandonaba.
-Estaba tan pendiente de que eso no
sucediera que terminó provocándolo.
-Ahora no me importa tanto eso. No
quiero hablar de Damián por mucho tiempo. No por él, por mí. Quería contarle
otra cosa. Antes de cortar la conversación con mi mamá me dijo: “Te mando un pasaje, Lolita, vení a pasar tu
cumpleaños y quedate unos días conmigo”. Sabe cuánto tiempo no escuchaba a
mi mamá decirme “Lolita”. Y me asombró cómo podía acordarse de mi cumpleaños.
-Es su mamá aunque se hayan separado
por un tiempo.
-Mi cumpleaños. Cumplo 30. Son mis últimos
días de 29 y mi mamá quiere que vaya a pasar mi cumpleaños con ella. ¿Está bien
que vaya?
-Cree que lo tiene que pensar desde ahí:
¿bien o mal? ¿Cree que es un tema bipolar??
-Puede ser. Es que me cuesta tener
argumentos para hablar con mi papá. Es un hombre tan bueno como difícil y
celoso.
-Y qué argumentos precisa para hablar
con su papá.
-No sé. Algo que me entienda que yo
no soy ni mi mamá ni él. Pero es bravo, no me da mucha chance, me pone entre la
espada y la pared.
-A que se refiere.
-Anoche se lo quise decir. Pero en
cuanto empecé a contarle que la llamé a mi mamá a Río negro, me miró y me dijo:
“Ahora te va a invitar a ir. Seguro vas y
no volvés nunca más”. Me dolió tanto que me dijera eso. Me fui a mi cuarto
a llorar. Me escuchó llorar desde la cocina y me decía: “No me des tanta importancia, soy un quejoso”.
-Le dio una chance.
-¿Le parece?
-Le dio una chance. La puede
aprovechar. Nos vemos el lunes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario