Es ciega la memoria de la tarde
cuando se acaba el sol.
El cielo que planeábamos juntos
no tenía medida.
Había entre nosotros
una eternidad tensando las promesas.
Espesas cavilaciones,
dudas sobre el origen del amor.
¿Qué poema habría de nombrarnos?
Había maneras de vivir.
Molinos incansables amantes del viento
haciendo con las pasiones este pan.
Al oído del tiempo de la tarde,
el mundo florecía.
Lindo, lindo, Marcela. Tengo que volver pronto a leer las sesiones noveladas, este blog es como una caja de bellas sorpresas. Muchas gracias por tu trabajo y tu insistencia. Besos!
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