Ciertamente esa flor no
estaba en mi balcón,
no había ojos en ninguna
ventana vecinal,
ni racimos de uvas en
ninguna mesa.
Ciertamente no caminaba
estas calles,
ni tenía zapatos con
puntera de metal,
ni sabía prender fósforos
de madera.
No vivíamos en aquella
casa de ventanas blancas,
ni en la siguiente,
vivíamos en la que tiene
el número 561
colgado de un árbol,
y ciertamente no moriremos allí.
Las agujas relucen en el pajar,
y este reloj no marca ninguna hora.
y este reloj no marca ninguna hora.
Entre nosotros
el tiempo es un liquen que no para de crecer.
El remate, Excelente!
ResponderEliminargracias, me alegra que el remate sea un jaque al alma
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