domingo, 21 de junio de 2009

uno de amor



Es ciega la memoria de la tarde

cuando se acaba el sol.

El cielo que planeábamos juntos

no tenía medida.


Había entre nosotros

una eternidad tensando las promesas.

Espesas cavilaciones,

dudas sobre el origen del amor.

¿Qué poema habría de nombrarnos?

Había maneras de vivir.

Molinos incansables amantes del viento

haciendo con las pasiones este pan.


Al oído del tiempo de la tarde,
el mundo florecía.

1 comentario:

  1. Lindo, lindo, Marcela. Tengo que volver pronto a leer las sesiones noveladas, este blog es como una caja de bellas sorpresas. Muchas gracias por tu trabajo y tu insistencia. Besos!

    ResponderEliminar