miércoles, 15 de abril de 2009

Decir Hipocondríaco, ultima entrega



Ariel, llega a la consulta por primera vez a los 45 años, después de años de visitar consultorios, centros médicos de alta y múltiple especialización, laboratorios de análisis clínicos, etc. Dice: "Hace varios días que siento un dolor agudo en las sienes como un pinchazoacá, ve? y el médico se niega a hacer el centellograma que seguro permitirá descubrir si en la cabeza está todo bien... y si es algo repentino y me muero en segundos sin darme cuenta?, y si estoy gravemente enfermo y estoy trabajando como si nada pasara?... además hace una semana la mujer de mi compañero de trabajo estaba lo más bien y de repente se cayó en el medio de la calle y se murió... tenía un tumor cerebral y nadie lo sabía... puede pasar... qué le cuesta al médico hacerme el centellograma que me va a dejar tranquilo".
El hipocondríaco se siente enfermo, y se muestra como un obsceno discurseador, un impúdico que relata sus sospechas, y sus temores esperando una palabra que lo calme, que tenga una consistencia semejante a sus miedos orgánicos. Describe cuidadosamente el comienzo y el final de un malestar cómo si en cada frase estuviese por descubrir el secreto de su vida o la cercanía de su muerte.
Le pide al médico garantías: o de una salud estable o de una muerte segura por una terrible enfermedad. No soporta ni su contingencia en ser, sus propios enigmas en tanto sexual y mortal. Su discurso es pobre, estrecho, limitado siempre sobre lo corporal, como si sus palabras fueran obstinadas cazadoras de su propio pedazo de carne. Detiene el mundo para tomarse el pulso o escuchar algún ruido en su estómago, o para esperar si la puntada en las sienes llegará más o menos a la misma hora que el día anterior.
Está todo el tiempo tratando de pesquisar los contenidos imposibles que lo aquejan. Su manera de puntuar queda siempre atrapada en una zona desconocida del cuerpo, cuando se trata de ello, la puntuación es siempre suspensiva.
Las variables de una vida resultan insoportables, todo se cobija en un órgano. Prefiere pensar que la muerte es lo incierto, lo variable, en lugar de aceptar que es la vida, aquello impensado a lo que le teme, y que de la muerte nada se sabe.
No acepta su mortalidad, por eso padece, además, de una alteración con respecto al tiempo. Le resulta insoportable aceptar que en el futuro está esperando la muerte. Ser mortal le parece una mala jugada del destino, rechaza su mortalidad, y hace consistente y letal al futuro.
No acepta que él morirá.
Vive creyendo que es el futuro, un asesino serial.

1 comentario:

  1. maravillosa descripción del hipocondríaco que en verdad es la vida lo que no soporta y al no saber por donde le duele, acusa constantemente de cada una de sus dolencias a lo que vendrá, la muerte, gracias Marcius, un abrazo

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