lunes, 13 de abril de 2009

Decir Hipocondríaco (3ª entrega)


Habíamos dicho que no había sujeto más allá del lenguaje, y que toda palabra va más allá del sujeto, ya que el sujeto es un sujeto hablado, y ese hablar va también más allá del sujeto que habla.
Si nos referimos al lenguaje hipocondríaco o al lenguaje del órgano, podríamos decir que es aquel en el cual un órgano particular deviene el referente de una frase o un discurso verbal. Se trataría entonces de un paciente que habla de un órgano y que lo hace con palabras.
El lenguaje del órgano resulta muy diferente del lenguaje verbal, ya que el órgano no puede tener mayor riqueza de vocabulario que la que su estructura y función le condicionan. Cada órgano tiene una especie de dialecto, un código lingüístico acotado y particular que determina su forma de hablar. Al ser sus posibilidades tan limitadas, el lenguaje de órgano resulta demasiado pobre como para dar cuenta de la normal combinatoria de los significantes propios de distintas zonas erógenas.
Con relación a lo discursivo, se compara la hipocondría con la esquizofrenia, ya que en ésta aparece con frecuencia, en sus períodos iniciales una alusión a órganos somáticos o a sus inervaciones, en las cuales aparecen sentimientos de transformación corporal, de instrucciones o de intercambios corporales, etc.
Freud trae un caso que le acercó el Dr. Tausk sobre algunas observaciones de una paciente con esquizofrenia en su estadio inicial.
Esta muchacha, que acudió a su consulta poco después de haber tenido una pelea con su novio, se queja:
"Los ojos no están bien, están torcidos. Nunca he podido comprenderle. Es un hipócrita, un ojo torcido". Él le ha torcido sus ojos, ahora ella tiene sus ojos torcidos, como si a partir de ese momento, ya sus ojos no son nunca más sus ojos, ahora ella ve al mundo con ojos diferentes.
La frase esquizofrénica presenta así un carácter hipocondríaco, constituyéndose en lenguaje de órgano.
Desde los comienzos del Psicoanálisis, Freud descubre que la gente se enferma porque se defiende de la sexualidad, pero no del saber de la sexualidad, sino de la relación del saber con la sexualidad, de un saber insabido, en el caso de la hipocondría esto parece ser rechazado, negado. Insiste en hacer consistir todas las palabras, está permanentemente atento a lo que el órgano le dice.
Desde el psicoanálisis diremos que el cuerpo tiene que ser libidinal, pulsional, objeto a, pero el hipocondríaco no tolera posicionarse como sujeto dividido, el cuerpo se opone a quedar marcado por el significante. Una frase martilla su cabeza: "No soy mortal, algo me va a matar. ¿Pero, qué?
Y así se pasa la vida tratando de esquivar la posibilidad de la muerte. Y como no tolera el sin-sentido, está siempre asomado al borde de un órgano por el que teme caer.
El hipocondríaco parece dudar de su pertenencia al mundo del lenguaje, en el cual el cuerpo es un significante más.
Padece del cuerpo para no padecer del lenguaje, prefiere estar preso de sus jugos orgánicos en lugar de aceptar que es el lenguaje quien tiene la libertad de las combinatorias. (continuará)

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