jueves, 14 de junio de 2012

La Casa siguiente



 
Ciertamente esa flor no estaba en mi balcón,
no había ojos en ninguna ventana vecinal,
ni racimos de uvas en ninguna mesa.

Ciertamente no caminaba estas calles,
ni tenía zapatos con puntera de metal,
ni sabía prender fósforos de madera.

No vivíamos en aquella casa de ventanas blancas,
ni en la siguiente,
vivíamos en la que tiene el número 561
colgado de un árbol, 
y ciertamente  no moriremos allí.

Las agujas relucen en el pajar,
y este reloj no marca ninguna hora.

Entre nosotros
el tiempo es un liquen que no para de crecer.

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